
HalleluYAH 🙏
En nuestra vida como creyentes, muchas veces nos encontramos en debates o conversaciones donde la Palabra de Dios se convierte en un tema de confrontación, y no de edificación. Lo que quiero compartir hoy surge de experiencias vividas y de un profundo análisis bíblico, para reflexionar sobre cómo la Palabra debe unir, y no dividir, y cómo el Espíritu Santo nos guía en todo discernimiento.
1. La división no proviene de la Palabra, sino del corazón humano
Al estudiar ciertos libros del Nuevo Testamento, algunos creyentes sienten tensión o incluso conflicto. Esto no es casual: la Palabra nunca fue escrita para dividir, sino para revelar a Cristo y unir al hombre con Dios (Juan 5:39).
La división aparece cuando la mente humana, el razonamiento y la tradición pretenden sustituir al Espíritu Santo. Pedro lo advirtió:
“Hay algunas cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, para su propia perdición” (2 Pedro 3:16)
No es el texto en sí lo que divide; es la falta de rendición al Espíritu, que produce:
- orgullo,
- defensa de posiciones,
- imposición de ideas humanas,
- y juicio hacia otros.
Incluso versículos como Mateo 10:34-36, donde Jesús habla de la espada que trae división, se entienden mal cuando se leen desde la lógica humana. La espada no es violencia ni odio, sino revelación que confronta corazones. La luz incomoda a quienes no están dispuestos a rendirse (Juan 3:19).
2. La soberbia y la confusión: cómo surgen los debates improductivos
En muchos debates bíblicos que he vivido, el problema no es doctrinal, sino humano. Por ejemplo, me encontré con personas que utilizan la Palabra:
- para defender doctrinas o posiciones,
- para afirmar autoridad personal,
- para acusar, intimidar o juzgar.
Un ejemplo claro fue cuando alguien defendía la Trinidad usando Juan 1:1. No se trataba de discutir la Palabra, sino de demostrar autoridad basada en su pasado como pastor y su supuesta experiencia. Todo esto no intimida al creyente que camina en el Espíritu, pero evidencia claramente cómo la carne humana intenta imponer “verdad” sin revelación.
Cuando le pregunté sobre el trono de Dios, intentó explicarlo de manera literal y antropomórfica, humanizando a Dios: como si tuviera pies caminando sobre nubes. Esto demuestra cómo el razonamiento humano, sin Espíritu, reduce a Dios a lo que nuestra mente puede imaginar, perdiendo la esencia de Su naturaleza espiritual.
3. La incapacidad humana sin el Espíritu
Dios nos creó con la capacidad limitada de entender Su mundo espiritual sin Su guía. Por eso Oseas dice:
“Mi pueblo fue destruido por falta de conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos” (Os. 4:6)
Este conocimiento no es información académica ni doctrina, sino revelación de Dios mismo por el Espíritu Santo. Lo espiritual no puede ser comprendido por la lógica humana; por eso quienes no tienen el Espíritu no pueden discernir verdaderamente a Dios (1 Co. 2:14).
4. El fruto y la humildad como señales de revelación
¿Cómo distinguimos una interpretación correcta y fruto del Espíritu de un debate carnal o arrogante? La Biblia nos da claves claras:
- Fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gál. 5:22-23).
- Humildad, paz y dominio propio: señales de que la persona ha recibido revelación y no solo conocimientos.
- Ansiedad, contienda, necesidad de ganar y arrogancia: indicadores de que la Palabra se está usando desde la carne.
La verdadera comprensión produce fruto y edifica; la lectura carnal produce conflicto y separación.
5. Cómo responder ante debates sobre la Palabra
Un creyente lleno del Espíritu responde de manera distinta a la de quien depende solo de su conocimiento:
- Dependencia del Espíritu
- Orar antes de hablar, pidiendo discernimiento y guía.
- Reconocer nuestra limitación y confiar en la dirección de Dios.
- Humildad y amor
- Mantener la postura sin imponerla.
- No buscar ganar, sino permitir que Dios revele la verdad.
- Enfoque en la Palabra y no en la persona
- Hacer preguntas que lleven a reflexión, no ataques personales.
- Mantener la paz interna aun si el otro no lo hace.
- Reconocer la limitación humana
- Algunos conceptos, como Juan 1:1 o el trono de Dios, solo se entienden parcialmente con revelación.
- La verdadera luz proviene del Espíritu.
- Responder como intercesor, no juez
- Orar por quienes confunden doctrina con revelación.
- Edificar y guiar con amor en lugar de imponer.
6. Libertad verdadera: más allá de doctrinas y concilios
La verdadera libertad cristiana no depende de etiquetas, concilios, debates ni doctrinas, sino del Espíritu Santo trabajando en el corazón del creyente. Solo Él nos libera para:
- discernir la Palabra correctamente,
- mantener paz y amor aun en medio de diferencias,
- vivir en obediencia y dependencia total,
- y edificar a otros sin arrogancia ni juicio.
“La libertad cristiana no depende de concilios ni doctrinas, sino del Espíritu Santo que guía, enseña y revela. La verdadera victoria no está en ganar debates, sino en permanecer firmes en la luz de Dios, amando y edificando al prójimo mientras caminamos en Su verdad.”
✅ Conclusión final
En resumen:
- La Palabra une y revela, la carne divide y acusa.
- La revelación del Espíritu Santo produce fruto, humildad y paz.
- La soberbia humana produce debates improductivos, ataques y antropomorfismos de Dios.
- La libertad cristiana verdadera se encuentra solo en depender del Espíritu Santo y no de argumentos o doctrinas.
HalleluYAH 🙏
Cuando aprendemos esto y lo aplicamos, podemos enfrentar debates, controversias y ataques con paz, amor y discernimiento, mostrando a otros el poder del Espíritu y no de la carne.
Autor: Sergio Granados
Ministerio / Blog: Precursores de Cristo.
Si este estudio edificó tu vida, siéntete libre de compartirlo con otros.

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