La lección del plomero: flujo y bloqueos
Como plomero, he aprendido que cuando una tubería se tapa, no importa cuánto agua pongas, el flujo se detiene.
Un drenaje francés no va directo a la línea principal: primero debe filtrar y conducir el agua de manera correcta. Si algo se acumula en la tubería —grasa, tierra o residuos— el sistema deja de funcionar.
¿Quién bloquea la línea?
En nuestra vida espiritual, muchas veces somos nosotros mismos quienes bloqueamos el flujo del Espíritu Santo:
- La grasa representa nuestra indiferencia hacia Dios, nuestra apatía para buscar Su rostro y Su guía.
- Los residuos y desechos son nuestras actitudes negativas, desobediencia, orgullo, rencor, miedo o malos hábitos.
- Incluso cuando tenemos todas las herramientas espirituales —oración, conocimiento, palabras—, si el corazón no está limpio y conectado, el Espíritu no puede fluir plenamente.
La limpieza interior: preparar el corazón
Dios nos invita a mantener una conexión limpia y alineada:
- Examinar nuestro corazón y nuestras acciones.
- Confesar lo que nos separa de Él.
- Renovar nuestra mente y nuestro espíritu con Su Palabra.
Así como en un drenaje francés bien hecho, donde la tubería se alinea, se protege con felpa y se rodea de piedra para permitir que el agua llegue al sumidero antes de ir a la tierra, en nuestra vida el Espíritu fluye plenamente cuando el corazón está limpio y conectado a la fuente: Jesucristo. 💧✨
Permitir que fluya
Esta enseñanza nos recuerda que nada fluye por sí solo: depende de nuestra disposición y limpieza interior.
Cuando quitamos la grasa de la indiferencia, los residuos de actitudes equivocadas y los bloqueos de desobediencia, el Espíritu puede llenar nuestra vida y derramarse hacia los demás, dando vida, sabiduría y paz.
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.” — Salmo 51:10

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