Introducción
Hermanos y amigos, muchas veces damos por sentado lo que tenemos y lo que somos.
Nos levantamos cada día, respiramos, pensamos, actuamos… y pocas veces nos detenemos a preguntarnos: ¿de dónde viene realmente todo esto?
Antes de saltar a conclusiones, quiero invitarlos a mirar con atención lo que damos por natural y descubrir algo sorprendente.
Reflexionemos con estas preguntas
1️⃣ ¿Qué hice yo para poder levantarme esta mañana?
2️⃣ ¿Qué hemos hecho para poder respirar?
3️⃣ ¿Qué hice yo para poder pensar?
4️⃣ ¿Qué hicimos para existir?
A simple vista parecen cosas normales, pero cuando lo piensas bien, ninguna de estas acciones depende solo de ti.
“¿Quién da entendimiento al corazón de los hombres, y da sabiduría al alma?” (Job 38:36)
Una realidad fundamental
Existe una verdad que a veces olvidamos: no hemos hecho nada para merecer lo que somos, y mucho menos lo que tenemos.
Si piensas que por tus esfuerzos has logrado lo que tienes, pregúntate:
- ¿Quién te dio la habilidad para lograrlo?
- ¿Cómo adquiriste la facultad de poder pensarlo?
- ¿Cuál de tus acciones te dio siquiera el derecho de poder hacerlo?
Tal vez tu respuesta sea: “Estudié largas horas, puse mucho esfuerzo, me sacrifiqué y nadie me ayudó, fui solo/a.”
Entonces dime:
- ¿Cómo adquiriste la capacidad de procesar información?
- ¿Cómo puedes coordinar tu cuerpo según lo que piensas?
- ¿Qué hiciste tú para que eso fuera así?
La verdad es que todas nuestras capacidades, nuestra vida y nuestros logros son un regalo de Dios, que nos da habilidades, inteligencia, salud y oportunidades. Reconocer esto nos ayuda a vivir con humildad, gratitud y dependencia del Señor.
Una ilustración para entenderlo
Visualicemos esto: una cafetera. La acción que se realiza antes de hacer el café, como llenar el agua, poner el café molido y encender la máquina, es realizada por la persona que desea tomar el café. Esta preparación es lo que permite obtener el resultado final.
Incluso si la cafetera hace el café, sin ese proceso inicial realizado por la persona, aunque se vea la acción, no podría lograr el resultado.
De manera similar, nuestros logros y capacidades dependen de todo lo que Dios ha colocado en nosotros y en nuestro entorno, no solo de nuestras acciones visibles. Reconocer esto nos lleva a la humildad y gratitud, porque sin Él, nada de lo que hacemos tendría efecto verdadero.
Dependemos completamente del Creador
Hermanos y amigos, así somos nosotros: sin la mano del Creador, seríamos cuerpos inertes.
El Señor, al formar nuestro cuerpo, le dio el aliento de vida, y sin Él, estaríamos en un estado vegetal, tal como se menciona en Génesis 2:7:
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente.”
Cuando el Espíritu sale del cuerpo, el cuerpo muere, y corre el riesgo de perder la vida. Esto lo confirma Salmos 100:3:
“Sabed que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.”
Dependencia de Dios y libre albedrío
Algunos podrían pensar que depender de Dios para existir sería como si fuéramos robots, sin libertad. Pero esto está lejos de la verdad.
Depender de Dios no elimina nuestro libre albedrío. Simplemente reconocemos que Él tiene control y conocimiento pleno de toda Su creación, y que todos los seres vivos existen gracias a Él. Como dice la Escritura:
Colosenses 1:16-17
“Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten.”
Además, el Salmo 139:13 nos muestra cómo incluso lo que parece natural y normal, como la formación de un niño en el vientre de su madre, es obra directa de Dios:
“Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.”
Esto nos enseña que todo en nosotros y a nuestro alrededor depende de Él, pero nuestra libertad para elegir, decidir y actuar sigue existiendo, dentro del marco de Su soberanía.
Cierre: Reconociendo al Creador en todo
Hermanos y amigos, al reflexionar sobre todo lo que hemos visto, queda claro que nuestras acciones por sí solas no nos dan derecho a lo que somos ni a lo que tenemos. Cada respiración, cada pensamiento, cada habilidad y cada logro provienen de la gracia de Dios y de Su obra perfecta en nosotros.
Esto no significa que seamos robots sin libertad, sino que reconocemos la soberanía y el amor de nuestro Creador, quien sostiene todo con Su poder y conocimiento. Nuestra libertad existe dentro de Su creación, y cada elección que hacemos es una oportunidad para honrarle y vivir conforme a Su voluntad.
Hoy podemos hacer un acto de humildad y gratitud: volver nuestro corazón al Señor, reconocer Su obra en nuestra vida y confiar en que Él nos guía, nos da vida y nos capacita para cada paso.
Si aún no has puesto tu vida en Sus manos, este es el momento para acercarte a Él, entregarle tus pensamientos, tu voluntad y tus esfuerzos. Porque solo en Dios encontramos la verdadera fuente de vida, propósito y plenitud.
“Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Romanos 11:36)

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