Unhappy young businessman looking at gossiping colleagues

📖 Texto base: Números 12:1-3

Introducción

¿Cuántos aquí hemos sufrido de la murmuración?
Ya sea en la casa, en el trabajo, en la calle y —¿por qué no?— aun dentro de las congregaciones. Dondequiera que hay seres humanos, puede haber murmuración.
Podemos ser víctimas, partícipes, o incluso iniciadores de una conversación de este tipo. Desde un dueño de compañía, un hermano de sangre, un padre o un pastor, nadie está exento de caer en ella.

¿Qué es la murmuración?

La murmuración es una conversación sobre una persona ausente, con o sin prejuicios, donde esa persona no está presente para defenderse o aclarar lo dicho.
Generalmente tiene un tono negativo, alimentado por rumores o suposiciones.
Algunos sinónimos son: habladuría, chisme, difamación o calumnia.
Sus antónimos son todo lo contrario: elogiar, celebrar, honrar y halagar.


¿Puede existir una murmuración positiva?

Podemos hablar de alguien ausente con buena intención, pero lo que marca la diferencia no es lo que se dice, sino cómo se dice.

📖 Ejemplo personal:
Cuando estudiaba inglés en este país, mi profesor era un inglés de Inglaterra que no hablaba español en clase. Un día, en el recreo, comentaba con un compañero cubano lo amenas que eran sus clases, aunque no hablaba español.
De pronto, sentí una mano en mi hombro y escuché:

“Sergio, yo tengo un máster en lengua española de la Real Academia de España.”

¡Qué sorpresa! Ese día aprendí que hablar de alguien positivamente también es hablar en su ausencia, pero con una diferencia: bendecir en lugar de herir.

¿Cuántos hemos dicho después: “Menos mal que no estaba hablando mal de esa persona”?

Ejemplos bíblicos de murmuración

📖 Éxodo 15:24 – “Y murmuró el pueblo contra Moisés, diciendo: ¿Qué hemos de beber?”
📖 Éxodo 16:2-3 – “Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto…”
📖 Números 14:27 – “¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí?”
📖 Números 16:41 – “Y el día siguiente, toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: Vosotros habéis dado muerte al pueblo de Jehová.”

Hermano, hay un patrón claro aquí: las murmuraciones nunca se quedan sin consecuencia.
Cada vez que el pueblo murmuró, vino el castigo de Dios.
Y como el Señor no hace acepción de personas, no importa tu posición política, económica o ministerial: si murmuras, recoges el fruto de tus palabras.

📖 1 Corintios 10:10 nos recuerda:

“Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor.”

Las consecuencias espirituales

Cuando murmuramos, entramos en un terreno muy peligroso: juzgar a los demás sin entender sus procesos.
Podemos caer en el error de los amigos de Job, que pensaron que su sufrimiento era castigo, cuando en realidad era una prueba.
Y luego, Dios le pidió a Job que orara por ellos (Job 42), mostrando que la murmuración necesita intercesión y perdón para ser redimida.

📖 Lucas 9:52-56 nos enseña algo parecido:
Cuando los discípulos quisieron hacer descender fuego sobre los samaritanos, Jesús los reprendió:

“Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas.”

La murmuración con juicio

📖 Santiago 4:11 dice:

“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley.”

Cuando murmuramos, no solo hablamos del hermano, nos ponemos en el lugar de Dios, el único que puede juzgar con justicia.
Y aunque pensemos que nadie nos oye, olvidamos que el Dios que servimos conoce cada pensamiento y cada palabra antes de ser pronunciada.

📖 Salmos 139:1-4 nos recuerda:

“Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme;
Has entendido desde lejos mis pensamientos.
Aun no está la palabra en mi lengua,
Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.”

Si de verdad vivimos la Palabra y tenemos al Dios de la Palabra en el corazón, pensaríamos dos veces antes de murmurar de alguien.
Porque Él no solo oye nuestras palabras, sino que pesa las intenciones del corazón.

Llamado final: Arrepentimiento y restauración

Así como el pueblo de Israel sufrió las consecuencias de su murmuración, hoy el Señor nos llama a reconocer y arrepentirnos de aquellas veces que hemos hablado sin amor.
No es para condenarnos, sino para limpiarnos y restaurarnos.

El mismo Dios que conoce nuestros pensamientos también escucha nuestras palabras, y Él quiere transformar nuestra lengua en instrumento de bendición.

Si alguna vez murmuraste de alguien, ora por esa persona, como Job oró por sus amigos.
Pídele al Señor que purifique tu corazón y que el Espíritu Santo ponga guardia en tu boca.

📖 Mateo 5:9

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.”

La murmuración divide, pero el amor une.
La murmuración destruye, pero el perdón reconstruye.
Y cuando el Espíritu Santo gobierna nuestra lengua,
lo que antes era murmuración se convierte en bendición.

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