Muchas congregaciones hoy en día están dormidas. No hablo solo de lo local, sino a nivel mundial. No importa la cantidad de miembros; lo que realmente falta es manifestación del Espíritu, pasión y obediencia. La iglesia, que es el gigante que Dios puso en la tierra, permanece dormida en tiempos de guerra espiritual, mientras debería levantarse para cumplir su propósito.

Causas de que el gigante esté dormido

  1. Falta de pasión y fe viva – La palabra y la oración se han vuelto formalidades, y el fuego del Espíritu no se manifiesta como debería.
  2. Comodidad espiritual – Muchas congregaciones se han acostumbrado a la rutina, la vida cómoda y la ausencia de sacrificio, olvidando que Dios nos llama a estar alerta y activos.
  3. Influencia del mundo – La cultura y los valores del mundo adormecen la visión del Reino, desviando al pueblo de su propósito.
  4. Desunión y apatía – Cuando los miembros no se levantan en unidad, el gigante pierde fuerza y eficacia.
  5. Miedo a confrontar la verdad – La incomodidad de hablar y vivir la verdad mantiene al pueblo en pasividad.
  6. Falta de amor por las almas – Muchas congregaciones se enfocan en rituales, comodidad o actividades internas, pero han perdido la pasión por ver a los perdidos alcanzados por Dios. Sin un amor genuino por las almas, la iglesia permanece dormida, sin impulso para cumplir su propósito en la tierra.

Consecuencias del sueño del gigante

  • Pérdida de impacto espiritual – La iglesia no transforma su entorno como debería.
  • Miembros estancados – La fe se enfría, el carácter no se forma y la pasión se apaga.
  • Oportunidades perdidas – La obra de Dios en la tierra se ve limitada por la inactividad del pueblo.
  • Vulnerabilidad frente al enemigo – La guerra espiritual se libra con menor fuerza, dejando espacios para la influencia del mal.

Cómo despertar al gigante dormido

  1. Una transformación genuina – Todo despertar debe partir de un cambio real en el corazón. Cada miembro necesita un encuentro personal con Dios, arrepentimiento sincero, fe viva y obediencia al Espíritu Santo. Solo a partir de esta transformación interior se manifiestan la pasión, la unidad y el poder en la congregación. Además, es primordial que los nuevos creyentes sean guiados hacia esta transformación mediante un discipulado intencional y profundo, asegurando que su fe no sea superficial sino sólida y vivida día a día (2 Corintios 5:17; Mateo 28:19-20).
  2. Restaurar la devoción y la fe auténtica – La actividad no sustituye la pasión por Dios. La congregación despierta cuando cada miembro se compromete con oración, Palabra y obediencia (Mateo 22:37-38).
  3. Predicar la Palabra con poder y claridad – La verdad proclamada con valentía, con amor y autoridad en Cristo despierta al pueblo y confronta la maldad y el pecado (Hechos 4:29-31).
  4. Orar y ayunar como comunidad – Humillarse juntos y buscar a Dios fortalece al gigante y abre caminos donde antes había pasividad (2 Crónicas 7:14).
  5. Activar a los miembros para cumplir sus llamados – Cada creyente tiene un papel vital. La iglesia se levanta cuando todos sirven, enseñan y evangelizan, cumpliendo el propósito que Dios les ha dado (Efesios 4:11-13).
  6. Buscar unidad y edificación mutua – La fuerza de la congregación está en la cohesión de sus miembros. La división y la apatía mantienen al gigante dormido; la unidad lo despierta (Salmo 133:1).
  7. Confiar en que Dios obra a través de Su pueblo – Todo esfuerzo humano sin el Espíritu de Dios es insuficiente. La verdadera fuerza viene de reconocer nuestra dependencia total de Él (Juan 15:5).

Conclusión y llamado final

Hermanos, el gigante está dormido, pero no todo está perdido. Dios todavía puede levantar a Su pueblo, llenarlo de Su Espíritu y encender la pasión que dormía. Con Jesús todo es posible: la iglesia puede ser luz, sal y fuerza transformadora en medio de un mundo que necesita esperanza.

No permitamos que la rutina, el miedo o la comodidad sigan adormeciendo al gigante. Busquemos a Dios con todo el corazón, enseñemos y discipulamos a los nuevos, oremos, sirvamos y actuemos con valentía. ¡El tiempo de despertar ha llegado!

Levantémonos juntos, congregación, y permitamos que Dios haga Su obra maravillosa en medio de nosotros!

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